Relación de la exposición a ruido y la presión arterial
Muchas personas de las nuevas corrientes del pensamiento, aseguran que el ruido es un término totalmente subjetivo y que los sonidos pueden ser considerados “ruido” por unos y ser considerado “agradables” por otros; independientemente de su intensidad. ¿Será esto una afirmación que tiene algún fundamento? En este artículo se tratará de analizar y llegar a fondo sobre este caso.
El sonido es producido por una vibración de cuerpos o moléculas de aire y que es transmitido como una onda longitudinal. Nuestro oído igual, tiene un componente mecánico, otros componentes de mecánica de fluidos, transmisión eléctrica, interpretación y respuesta; esta última fase puede llegar a afectar los procesos internos, por causa del estímulo continuo al sonido; por lo tanto, cuando estos efectos son negativos, ya podemos hablar de la presencia de ruido.
Se ha descubierto que el ruido es básicamente un agente del ambiente físico de un espacio, que se manifiesta negativamente en el cuerpo como un “estresor”, generalmente es asociado con la característica nociva de la pérdida de audición; sin embargo, existen otros problemas en el organismo que no están siendo mapeados, los cuales, pueden presentarse por una exposición a “niveles altos” de ruido (Debe interpretarse qué es un nivel alto de acuerdo a los indicadores biológicos de cambios negativos del cuerpo; que pueden ser diferentes para niños y adultos, también entre exposiciones crónicas o agudas).
Uno de los indicadores biológicos de importancia, es la relación que hay entre la hipertensión y los niveles de colesterol en la sangre, con la exposición a ruido, sí, no es una equivocación, ya existen pruebas de esta relación directa, en la que se ha encontrado en estudios de cohorte de más de 30 mil personas, que el ratio de riesgo de incidencia puede ser de hasta 1.28[1]; lo que evidencia que es una relación más común de lo que se pensaba.
Las empresas con ambientes ruidosos, tienen dentro de su matriz de peligros ocupacionales, los riesgos asociados con la pérdida de audición; lo que hace que se enfoquen los recursos en temas de audiometrías y Planes de Conservación Auditiva; pero, me atrevería a decir que, ninguno de los seguimientos de vigilancia epidemiológica laboral dan trazabilidad a la relación expuesta de HA y colesterolemias con la exposición ocupacional a ruido. ¿Estaremos dejando pasar una situación que tiene más probabilidad de ocurrencia?
El sistema de salud en Costa Rica, expone que 53[2] personas son diagnosticadas diariamente en Costa Rica, adicionalmente a eso las principales causas de muerte en países en vías de desarrollo incluyen a las enfermedades del corazón e isquemias, que tienen relación directa con HA y colesterol alto.
Fuente: Organización Mundial de la Salud, 2020
Tal como lo expone Howard[3] director de la NIOSH (National Institute of Occupational Safety and Health), al traducir una parte de su discurso expone que “Reducir los niveles de ruido en el trabajo es crítico, no solo por la prevención de la pérdida auditiva, sino también impactar en la presión sanguínea y colesterol…los programas de Salud Ocupacional y Bienestar deben incluir los exámenes de revisión de niveles de presión arterial y perfil de lípidos e incluir como población objetivo a los trabajadores expuestos a ruido.”
Es así, que Insistimos desde nuestra perspectiva técnica, en la necesidad de mantenerse actualizado en el área de Salud Ocupacional, así como, del análisis intencionado de datos, de los análisis preventivos estratégicos y no de realizar programas por “seguimiento” y requisito legal. Ya que, esta relación de riesgo es directa en personas expuestas a largo plazo a niveles altos de ruido (85dB-108 dB). Irónicamente en estos puestos y áreas de producción, encontramos a las personas con equipo de protección personal auditivo (EPP auditivo), que al final aunque usen su protección auditiva, parece que siguen exponiendo su salud por los niveles de ruido. Sin embargo, además de la población expuesta en el trabajo o a largo plazo; se ha evidenciado que exposiciones subagudas y/o nocturnas a ruido en ambientes no laborales y en el hogar; tiene un efecto directo sobre la elevación de la presión arterial, casi 0.6 mmHg por cada aumento de 6 dB[4].
Un refuerzo más, para recordar, que la aplicación de la jerarquía de controles debe ser una búsqueda activa y exhaustiva de soluciones, además que la ciencia y la ingeniería que analiza los sonidos y el ruido, es más que oprimir un botón y esperar. Quienes evaluamos ruido y analizamos datos de exposición de las personas, somos responsables del aumento o del control de la exposición de las personas que están bajo nuestra influencia. ¿Qué tan proactivos estamos siendo?
Dejo los siguientes cuestionamientos:
¿Cuándo fue la última vez que, como líder de un Departamento de Prevención, líder de función pública o Salud Ocupacional; has revisado la información científica, para el desarrollo de nuevos programas o seguimientos de control ocupacional o de la contaminación acústica ambiental?
¿Cuándo fue la última vez que participaste como ente activo de generación de información científico técnica; para las mejoras, nuevos umbrales o buenas prácticas de Salud y Seguridad Ocupacional o Salud Ambiental?
Ing. Zeidy Marín Murillo
[1]Byungyoon et al. 2022 Journal of Hypertension. Vol 40:3, p 588-595 [2] Unidad de Vigilancia Epidemiológica. Ministerio de Salud de Costa Rica [3] National Institute of Occupational Safety and Health
[4] Proyecto HYENA. Unión Europea.
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